En el invierno de 1956, el ingeniero Claudio Level Spitch a cargo de un grupo de investigadores que trabajaba en el cerro Macón, a más de 5.600 metros de altura, relató: “Encontramos huellas de una dimensión formidable que se dirigían zigzageantes hacia la imponente cumbre del nevado y que, por lógica deducción, no pertenecían a un ser humano ni a ningún animal de la región”.
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¿Puede Mario Bros aportar datos sobre los invertebrados? ¿Pueden los mitos milenarios y las series de televisión decir algo sobre la ciencia de los fósiles? El paleontólogo Damián Pérez asegura que s&i...
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