Por Cipriano Rómulo Romero y Juan María Romero Ya el monte, abatido por golpes del hacha que el brazo potente esgrimía, trocó su atavío de agreste morada en que la pasionaria, la orquídea y el ceibo reinaran en la fronda umbría; de oscura guarida inviolada de fieros jaguares, por chacras floridas qu
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