Incluso en lugares remotos, como la Antártida o la meseta del Tíbet, el agua de lluvia está contaminada por agentes químicos sintéticos perfluoroalquilados y polifluoroalquilados (PFAS). Un equipo de investigación europeo asegura que se ha superado su límite planetario, teniendo en cuenta que son compuestos tóxicos persistentes y se propagan por la atmosfera.
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