"Mejor ella muerta que nosotros en la cárcel", gritó uno de los violadores de Desirée Mariottini. Con esa escalofriante frase convenció a sus cómplices en la violación grupal que era mejor dejarla morir en una improvisada cama sucia de "La casa de la droga", un edificio tomado en Roma, que llamar a una ambulancia. Y con esa misma frase espantó a los testigos, porque había más gente allí… y nadie llamó a emergencias. Sin esa cruel decisión -y la correcta atención- quizás hubiese sobrevivido.
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